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Medellín de norte a sur

El Metro es uno de los emblemas de la ciudad de Medellín, la atraviesa por completo de norte y a sur y al abordo de él es posible tener una vista panorámica de Medellín.

Medellín de norte a sur

El Metro de Medellín, a diferencia de otros en el mundo, como el de Nueva York, París o Londres, tiene la particularidad de no ir bajo tierra, sino a nivel o incluso por encima del suelo, serpenteando por la ciudad, permitiendo a quien está abordo tener una experiencia semejante a una visita panorámica y como en toda visita panorámica se ve mucho pero se conoce muy poco, siempre se le da la espalda a algo. Pasar la mirada por las calles y edificios, observar brevemente lo que acontece desde un espacio lejano y controlado, es una experiencia interesante una mirada superficial y extensa a lo que es una ciudad, en especial para ver su distribución y morfología. Más allá de poder ser observada y recorrida, la ciudad debe ser sentida y vívida, para lograrla conocer y comprender con mayor profundidad, los pies en el pavimento, los sonidos, las sensaciones, la cercanía a cada uno de los elementos que la constituyen, las aceras, las calles, los edificios, la gente y las dinámicas que se generan en cada rincón.

 

De norte a sur el recorrido inicia en la estación Madera,mirando hacia el oriente en esa zona de la ciudad, los barrios se ven como una masa amorfa e imponente de ladrillo y zinc, las casitas se funden con la montaña y la ciudad, en algunos puntos, se la ha tragado casi en su totalidad, las calles son muy estrechas y ascienden por las empinadas faldas del monte. ¿Cuánta gente vivirá allí?, esa es una idea recurrente que se me viene a la cabeza cuando contemplo ese escenario. Cerca a Moravia, en el río, algunas personas conviven con la basura, los gallinazos y unas gráciles garzas blancas, sólo un ejemplo de los contrastes que manifiesta esta ciudad. Un cementerio de camiones, derruidos, desbaratados y oxidados y un bello jardín plantado en lo que alguna vez fue un basurero y después un barrio transformado en jardín.

 

En medio del paisaje de vez en cuando, sobresale el blanco de una iglesia o un colegio, el naranja de los ladrillos es el color dominante, acompañado por el brillo grisáceo que el sol produce sobre los techos de zinc, una que otra vivienda se destaca por su fachada pintada de algún color. La mayor variedad cromática proviene de las prendas, sábanas y diversos artículos colgados en los balcones y ventanas, lo que sumado al aparente hacinamiento y a los techos de zinc, constituye un paisaje típico de eso que han querido llamar “tercer mundo”.

Panorámica del Barrio

Manrique al norte de Medellín

A medida que se avanza hacía el centro el paisaje comienza transformarse, las casas son más grandes y sus techos ahora son de teja, en el recorrido sobresalen las torres y cúpulas de las iglesias junto con unos pocos vestigios de historia, el cementerio San Pedro, las casas de Prado Centro, el hotel Nutibara, el Museo de Antioquia, que alguna vez fue el Palacio Municipal, el Palacio de la Cultura, que en otros días fue la Gobernación, la Candelaria, el viejo edificio de la bolsa de valores, el Palacio Nacional y la Estación del Ferrocarril, entre muchos otros edificios antiguos que en tiempos pasados fueron una cosa y ahora son otra.

 

Mientras el vagón se adentra cada vez más en el corazón de la ciudad, los colores comienzan a cambiar, el naranja del ladrillo, le da paso los grises y blancos, las fachadas sucias, los muros desgastados, es contradictorio que una ciudad para la vida tenga un corazón activo, lleno de vida, pero empalidecido y gris.

El portón al sur es el edificio de Bancolombia, que pareciera anticipar lo que se verá más adelante, una estructura grande, imponente, moderna, hecha de acero y vidrio, el nuevo símbolo de una de las entidades financieras más importantes del país. El paisaje es como un mar de edificios altos, que se levantan como imponentes torres, se divisan los centros comerciales, los hoteles de lujo y las oficinas de importantes empresas del país, la región y el mundo. Allí en San Fernando Plaza, lugar que sintetiza la esencia del Poblado, hotel de lujo, centro comercial y sitio de varias entidades económicas, está la sede de la Bolsa de Valores de Colombia, que alguna vez estuvo en el Parque de Berrío. Los edificios tienen un diseño moderno y acabados excelsos, están hechos de vidrio, ladrillo, concreto, y acero, muestran una ciudad distante a la realidad del hacinamiento y las casitas con techo de zinc. El naranja de los ladrillos se combina, con los tonos blancos, grises y crema de las impecables fachadas de los edificios , que en algunos casos exponen vidrieras azules, verdes o grises.

 

Algo que deja claro una vista panorámica es que una ciudad es como un mosaico, compuesto por retazos de realidad, los símbolos de la innovación y el progreso, el Metro, el Metrocable, Ruta N, el Edificio Inteligente, entre muchos otros, conviven con la desigualdad y la exclusión. Si bien al referirse a una ciudad es inevitable pensar en diversidad y en contrastes, Medellín es un mosaico con piezas incongruentes, disonantes, carentes de armonía, los contrastes son extremos, no hace falta más que mirar al interior del vagón y preguntarse, cuánta gente, cuántas realidades, cuántas vidas, cuántas historias, que convergen en un solo espacio. Medellín parece estar sumergido en un caos vital, el desorden, la diversidad, el movimiento y el roce constante de sus componentes, el territorio, las estructuras, la gente, las dinámicas, son todo aquello que la dota de sentido y de vida.

 

Ilustraciones:

Laura Marcela Cañas

 

Texto y fotografías:

José Alejandro Calderón

 

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